lunes, 27 de octubre de 2008

Más tarde comprenderás & Cerezos en Flor

Qué difícil es hacer una buena película sobre gente imperfecta a la que no le pasa nada extraordinario, ¿verdad?. Sobre las miserias cotidianas. Supongo que es casi imposible.

Despues de (sólo) cinco películas vistas de la Seminci, ya voy teniendo algunas preguntas a las que iré dando respuesta. ¿Veré alguna película donde no muera nadie? ¿Veré alguna película que, por hache o por be, no tire de efectismo?. Excepto Retorno a Hansala, que me parece tan apropiada, las demás son bastante pretenciosas. Cada una a su manera. En todas coexiste el misticismo, la tragedia. ¿Se necesita todo este artificio para hacer una buena película?.

Me ha gustado el corto neozelandés Cuidado con ese Hacha, que dura 2 minutos y, curiosamente, ha sido, en cuanto a calidad-precio lo más aplaudido del festival -que yo haya visto-. Cuando ví el título y la duración me esperé lo peor. Resultó ser simplón, directo, facilón, y con un final muy gracioso. Efectista también, pero mucho más mundano.

En favor de las películas, diré que todas están muy bien hechas, que en ninguna salen Juanjo Puigcorbé ni Jorge Sanz, ni María Barranco ni Antonio Banderas (please). Los actores, todos, están genial (incluso Botto). La fotografía siempre es bonita y las cámaras deben costar un pastón. La música tambien es por lo general muy bonita.


Advertencia: Si vas a ver estas pelis, no leas más, porque pienso contar el final.


Más tarde comprenderás, primera película del día, francesa, dirigida por Amos Gitai, trata la memoria histórica de la ocupación nazi y las consecuentes salvajadas efectuadas contra los judíos.

Me pareció básicamente un rollo. A ver si me explico: Un parisino, educado en el catolicismo pero de ascendencia judía, trata de investigar la historia -que por otra parte ya conoce- de sus abuelos, que fueron trasladados a un campo de concentración. Su madre, una mujer muy suave, que parece un poco ida pero en paz con el mundo, se negará a ahondar en el tema y,... y ya no me acuerdo de que más pasa.

Casi al final de la peli y antes de morir, la madre romperá su silencio y entregará la estrella de David a uno de sus nietos, que no entenderá nada. Cuando muere la señora llega el rabino a la casa y organiza el duelo judío, el parisino vende las pertenencias de su difunta madre y recibe por parte de unas funcionarias una cuantificación de los perjucios producidos por los nazis. Y él se queda mirando por la ventana la torre Eiffel. Fin.

Lo mejor, sin duda, Jeanne Moreau, que lo borda, y la música. Lo peor, que no me dijo nada.

Película aplaudida (sólo) por mi madre, a la que le ha encantado. ¡Qué envidia!


La segunda: Cerezos en Flor, es alemana, y está dirigida por Doris Dörrie. Su comienzo es muy prometedor, y luego no tiene ni pies ni cabeza en mi opinión y en ocasiones roza el mal gusto.

La película presenta una simpática pareja de alemanes ya entrada en años que vive en las montañas. La mujer descubre que el marido tiene una grave enfermedad y se lo oculta, tras lo cual le convence para ir a Berlín a ver a sus hijos, a los que no ven muy a menudo, y a los que tambien oculta la verdad. Así se va descubriendo la bonita relación de amor que ambos mantienen, marcada sin que él lo sepa por la inmediatez que su enfermedad confiere a los acontecimientos. Ella ha renunciado a algunos sueños por él, él lo sabe, pero su amor vale más que todos esos sueños. Este relato es muy bonito y me gusta cómo están reflejadas las relaciones entre padres y entre padres e hijos: el costumbrismo del padre, que es un poco cascarrabias pero de trato muy amable, el idealismo de la madre, que es la única que sabe la verdad, y la necedad de los hijos, que se creen muy listos y son un tanto ignorantes.

Pero quien muere repentinamente es la mujer -los hijos ni siquiera van al entierro-. A partir de aquí no me parece creíble. El hombre decide irse a Tokio, donde vive el tercero de sus hijos, -que es igualito que Michael Schumacher- y así cumplir uno de los sueños de su mujer: ir a Japón, de donde es originaria un tipo de danza tipo mimo que le gustaba mucho. El hijo, de nombre Karl, acoge de mala gana a su padre y le deja tirado la mayor parte del tiempo. Parte del duelo del padre es bonito, se viste por ejemplo con la ropa de ella porque no entiende dónde está (ella). ¿Pero por qué hecer ese duelo en Japón..? Su hijo pasa de él, y en una ocasión el padre se emborracha y acaba yéndose de putas (¿?¿¿?¿?), episodio de gusto dudoso que no pega ni con cola y da mucha pena. El tal Karl, en otra ocasión, se emborracha muchísimo y se pone a insultar gravemente a su padre, ante lo cual éste no dice nada y continua vivendo en su casa. Esto tambien me dió rabia. No había necesidad de aguantar algo tan desagradable.

Finalmente, y con la ayuda de una simpática bailarina de buhto (la danza) de 18 años que vive en un parque, el hombre hará realidad otro de los sueños de su mujer: visitar el monte Fiji. Una vez visto el monte, aflorará su enfermedad y morirá en paz tras una apocalíptica escena en la que, frente al monte, baila con su mujer. Ah! Y casi se me olvida. De postre tenemos la escena de la incineración con el esqueleto medio quemado que tambien me pareció prescindible y no a lugar.

Cuando en una película siento rabia es que me está gustando y de repente pierde credibilidad. Ya les he cogido cariño a los personajes. No es demasiado creíble según se presentan los personajes que el padre vaya a llevar una vida como la que lleva en Japón. Mucho más creíble habría sido que, aún roto por la ausencia y visto el desprecio de su propio hijo, hubiese continuado con su vida en las montañas.

1 comentario:

Manuel Ryder dijo...

...enhorabuena por vuestro festival de cine,siempre que puedo me acerco y he visto grandes pelis!